Cuando fuimos a la reunión en el departamento de adopciones del DIF y expresamos el anhelo de adoptar a Eva, la niña de 3 años con síndrome de Down a la que le buscaban familia, nos dijeron varias situaciones que sonaron como advertencia y trataban de que entendiéramos la situación en la que nos estábamos metiendo. Lo único que pensé fue “pues ya tenemos a Elías, también con la misma condición, ¿qué puede ser diferente?”
Ahora, casi 9 años después de esa reunión, no puedo creer lo ingenua que fui, al pensar que sería igual, que nada podía sorprendernos, que tener dos hijos con síndrome de Down sería “fácil”. Porque con Elías enseñarle a ir al baño, a comunicarse, a seguir instrucciones etc había sido sencillo, pero ohno, con Eva nada ha sido sencillo.
Eva es tan diferente a su hermano en todo. Elías quiere aguacate, ella frijoles; Elías quiere tortilla de harina; Eva tortilla de maíz; a Elías le decimos quédate aquí, no te muevas y no toques nada, y a Eva parece que le dijimos muévete por todos lados y toca todo. Al principio, veía como negativo toda esa hiperactividad, esa actitud que tiene de darle la contra a todos y de hacer lo que ella quiere o que se le cruza por la mente, pero con el tiempo he ido aprendiendo que Eva es Eva, y querer cambiarla nos estaba causando muchos problemas.
Aprendí a aceptar su manera de ser curiosa y aventurera, a canalizar esa energía, a tener expectativas reales, poner reglas que tuvieran sentido, a relajarme un poco, ser flexible y a entender que no podía, ni debía, quitarle su esencia.
Con ella he aprendido lo que es inclusión de verdad, el que ella sea parte de algo, en lugar de ser excluida, y que muchas veces para lograr esa inclusión necesitamos modificar cosas. Por ejemplo, este año entro a primero de secundaria, y en lugar de ir a la misma escuela que su hermano, hemos elegido un turno vespertino con menos alumnado, porque yo sé que Eva puede mucho más y que podrá lograr muchísimas más cosas, en un ambiente con menos distracciones, menos gente y mejor apoyo.
Antes, cuando pensaba en el futuro y en que quizás ella no podría ir a la tienda sola como su hermano o a su trabajo cuando sea grande, me daba tristeza, pero ahora sé que nosotros seguiremos trabajando por darle la mayor independencia posible, pero ¿qué si no lo logra?…¡no pasa nada! Me costó aceptarlo, quizás siempre tenga que llevarla a algún lado, quizás siempre tenga que estar presente en su vida de una u otra manera, quizás necesite más apoyo a diferencia de su hermano, pero eso esta bien, porque Eva es Eva, y nosotros estaremos aquí para que ella pueda vivir su vida y cumplir sus anhelos.