El pasado 3 de diciembre fue el día de la discapacidad, y aunque no soy fan de los «días de …», el que exista este día me recuerda que todavía hay mucho por mejorar.
Decir «tiene síndrome de Down» inmediatamente les pone una etiqueta, positiva o negativa: «angelitos, mongoles, discapacitados, abortables, indeseados, enfermitos, especiales, retrasados, lentos, tontos, niños eternos, un amor, etc.” en resumen: personas con las que nadie quiere lidiar, ni los doctores, ni las escuelas, a veces ni las propias familias.
Mis hijos, Elías y Eva, han contado con gente que ha logrado ver más allá del diagnóstico, y no siempre ha sido fácil, empezando desde mí. Lograr ver que detrás de esa discapacidad hay mucha voluntad, mucho esfuerzo, muchas ganas de aprender, de vivir y de disfrutar. Lograr ver que son personas que pueden aprender como cualquier otra, con una dosis de paciencia, flexibilidad e ingenio. Lograr entender que, aunque su lenguaje no sea tan claro, a veces tienen que recurrir a señas, ademanes y sonidos, porque tienen mucho que decir, porque piensan, razonan, sufren, exigen, planean y sueñan como cualquier otra persona de su edad.
Que fueron niños que se han convertido en adolescentes y que tendrán sus propias luchas y sus propias metas y que quizás nos tengamos que enfrentar a una lucha mayor por conseguirlo.
¿Y si tuvieran autismo? o ¿si no pudieran caminar? o ¿si no pudieran ver? o ¿si no pudieran hablar? ¿serían menos personas? ¿tendrían menos derecho a lo que tú y yo tenemos? no deberían, pero la realidad es que muchas veces así es.
La discapacidad existe desde hace cientos de años, no ha cambiado, es la misma, lo que ha cambiado es la actitud de las personas que no tenemos una discapacidad, las barreras no las pone el diagnostico, las ponemos nosotros.
No voy a decirte que algún día podrías tener un hijo, primo, sobrino, vecino, papá, abuelo, hijo del amigo, primo del hermano del amigo del vecino de tu compañero de trabajo, o incluso uno mismo que tenga discapacidad, pero el día que te topes con alguien que tenga ceguera, sordera, parálisis cerebral, autismo, síndrome de down, alzheimer, ya sea en el trabajo, en la tienda, en el hospital, en el cine, restaurante o en la calle, te quiero dar unos consejos:
- Mirar está bien, pero también te puedes acercar a preguntar, a muchos de nosotros no nos molesta.
- No pienses «pobrecito”.
- Recuerda que tienen tanto derecho de estar ahí como lo tienes tú.
- Pregunta si necesita ayuda, no des por hecho que no puede.
- Respeta las reglas de las familias.
- Aprende con ellos y de ellos.
- Dale la misma oportunidad que a los demás, pero no con la idea de que fracasen.
- Enséñale a tus hijos a respetar las diferencias, a ser empáticos.
Todavía nos falta mucho para lograr que “nadie se quede atrás”, pero cada uno poniendo nuestro granito de arena, sé que lo podremos lograr.