La inclusión y la escuela

Ene 29, 2020 | Blog

Creo una de las grandes preocupaciones que existen al tener un niño con discapacidad en un salón escolar donde los demás no tienen discapacidad, es: ¿qué pasará con los compañeros?, ¿cómo se verán afectados?

Algunos padres piensan que los niños con síndrome de Down son muy salvajes, así que sus hijos saldrán lastimados. Otros padres piensan que la maestra no les pondrá tanta atención a sus hijos, o que se irán atrasando en el contenido académico por culpa del niño con discapacidad intelectual. Quizás habrá algunos que piensen aún que el síndrome de Down es una enfermedad y que es mejor que no estén cerca de sus hijos no se les vaya a pegar algo.

Nosotros somos afortunados de que nuestros hijos Elías (14 años) y Eva (12 años) han crecido no sólo en escuelas inclusivas, sino que han estado rodeados de compañeros y padres de familia que, si bien, al principio podrían tener miedos y dudas, con el tiempo se dieron cuenta de que mis hijos tenían los mismos derechos de estar ahí como los de ellos y que con todo y todo eran parte del grupo.

Es normal tener miedo o nervio a lo desconocido, y una realidad es que muchas familias son ajenas a la discapacidad, al igual que muchas escuelas que sin la inclusión, así seguirían, pensando que una persona como Elías o como Eva no tienen cabida en algo tan cotidiano como ir a la escuela.

Y mientras los adultos se preocupan por cosas de adultos, los niños son más simples, aun sin prejuicios formados, con un corazón más abierto a la diversidad, ven a los compañeros con discapacidad como uno más. Quizás al principio se les haga raro que no hablen bien, que usen pañal, o algunas otras características, pero no dejarán que eso impida una amistad. En una escuela inclusiva, todos ganamos.

Es un hecho que los niños que crecen en ambientes diversos, llegan a ser mejores adultos, pues tuvieron la oportunidad de desarrollar aceptación, comprensión, responsabilidad, compasión, diferentes perspectivas, empatía, trabajo en equipo, entre otras tantas cosas, día con día. Mis hijos, siempre han tenido compañeros monitores, y lejos de ser una carga, son felices de poder apoyar de una manera más específica y ver los avances que tienen.

Como les comenté en un post anterior, encontrar oportunidades inclusivas después de la secundaria ha sido más difícil de lo que imaginé, y pienso como no sólo mis hijos pierden, sino también los que podrían ser sus maestros y compañeros, en un mundo donde se necesitan más valores, más aceptación, más empatía, ¡qué falta hace que las puertas se sigan abriendo a la diversidad!

Un día estábamos hablando con una compañera de Elías, se conocen desde el kínder, ya hace 11 años, y le dijo algo que empezó “Cuando estemos en la prepa…”, para ella, ¡Elías es uno más! E irá a la prepa como uno más, no existe diferencias, porque así crecieron.

Ojala todos fuéramos así, el mundo seguramente sería mejor.

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