En más de una ocasión, hemos discutido con alguien más bajo el argumento “es que no me escuchas”. A todos nos ha pasado, niños y adultos, hombres y mujeres. Probablemente, ésta sea una de las frases más repetidas en la historia de los conflictos.
Escuchar. Suena sencillo, pero implica mucho. Escuchar implica dejar nuestras ideas de lado y abrirle la puerta a las de los demás. Implica estar dispuestos a ponernos en los zapatos del otro. Implica cuestionar nuestras propias acciones, pensamientos y formas de vivir la vida. Tal vez, ese sea el motivo porque nos es tan difícil escuchar a los demás. Nadie quiere que le digan que sus ideas no son correctas, que su forma de ser tiende a incomodar a otros o que las cosas que aprendió desde la niñez ya no son así y es tiempo de aprender a ser una persona distinta. Una vez que lo vemos de esta manera, tiene lógica tomar posiciones defensivas ante lo que sentimos como “ataques” de los demás hacia nosotros.
Un reflejo muy claro de todo esto es nuestra sociedad. Hoy en día, todos buscamos expresar nuestros argumentos y muchas veces dejamos de lado lo que el otro tenga que decir. No nos detenemos a cuestionar nuestros propios pensamientos y automáticamente invalidamos los de los demás, lo cual termina en discusiones interminables sobre cualquier tema, desde política, hasta comedia y, que desafortunadamente, solo nos ayudan a crear división entre personas y grupos, y todo porque siempre queremos tener la razón.
La solución a esto es muy sencilla: hay que aprender a escuchar. Para ello, quiero hacerte algunas recomendaciones que pueden ser de mucha utilidad a la hora de enfrentarte a este tipo de conflictos.
1.- Sé empático.
Intenta ponerte en el lugar del otro y trata de encontrar situaciones personales donde te hayas sentido de forma similar o imaginar qué sentirías tú si estuvieras en esa situación. Muchas veces hablamos desde la indiferencia porque algunas realidades ajenas pueden ser muy lejanas para nosotros y esto, puede dar pie a hacer o decir cosas que puedan lastimar o ser incómodas para los demás. La empatía es clave dentro del proceso de escucha, sin ella, es imposible entender y sin no entendemos, no podemos encontrar ninguna solución.
2.- Cuestiónate a ti mismo.
Escucha a alguien, escucha sus argumentos y decide cómo pueden, o no, cambiar tu forma de ser pensar o actuar. La realidad es que no siempre tenemos la razón, y está bien no tenerla porque eso nos permite seguir aprendiendo, seguir construyendo sobre nosotros mismos. No se trata de darle gusto a todos, se trata de adoptar las formas que creemos que nos suman en el ámbito personal. La autocrítica es una de las habilidades más duras de aprender. Duele, es fastidioso, pero te hará crecer y ampliará tu visión de las cosas.
3.- Simplemente escucha.
Escuchar lo que los demás tienen que decir no significa que tienes que estar de acuerdo con el otro. Lo que sí es importante es intentar entenderlo y ponerte en su lugar. Nadie está bien y nadie está mal, simplemente cada uno tiene puntos de vista distintos y eso es completamente válido. Acordar en desacordar: sin descalificar, sin insultar, sin agredir.
Muchas veces hablamos sobre todas las cosas que están mal sobre nuestra sociedad, sin darnos cuenta de que el primer paso para poner todo en orden es voltear a ver al de a lado y definir ¿cómo puedo hacer para que tú existencia y la mía ocurran de la mejor manera posible en conjunto? Es obvio que no lo sabremos hasta que no nos acerquemos y escuchemos lo que el otro tiene que decir.