Ayer en un grupo de WhatsApp del que formo parte, una mamá compartía emocionada la foto de su hija en su primer día de escuela preescolar, acompañada del miedo a que la niña no avisara para ir al baño. Hoy continuó la historia diciendo que la maestra de grupo le había dicho que “la niña debía avisar para ir al baño, que tenía más alumnos y no iba a poder llevarla solo a ella”. Esto, con justa razón, puso de nervios a la mamá pensando que quizás no era la mejor escuela para su hija.
Parece increíble que han pasado ya 11 años desde que Elías entró al preescolar y yo tenía esos mismos miedos, tenía esa misma duda de si había tomado la mejor elección para mi hijo. Resonaban en mi cabeza los comentarios que me habían hecho las personas del CAM al que asistíamos en ese entonces: “nadie le va a hacer caso”, “la maestra no le va a enseñar”, “los niños lo van a tratar mal”, “se van a burlar de él”.
Siempre van a haber situaciones y personas que se encarguen de decirnos lo negativo. De hacernos dudar de sus capacidades, pero sobretodo de sus derechos. El miedo que nos da no es la falta de confianza en nuestros hijos, sino la falta de confianza en los demás, el cual creo que siempre estará en mí, pero nosotros podemos decidir si lo intentamos o no. Si lo soltamos o no, si confiamos en las habilidades de nuestros hijos y en la bondad de las personas. En lo personal, me gusta pensar que aún y con desconocimiento, somos más los buenos que los malos.
Al principio será el miedo o nervio de si avisará o no para ir al baño, luego de soltarlo para ir a la tienda de la esquina, caminar solo a la escuela, soltarlo al volante, que viaje en camión o que vaya de viaje con amigos. No podemos controlarlo todo, pero sí prepararlos para eso y más. Quizás Elías y Eva no logren ser 100% independientes, pero si de algo estoy segura, es que mi miedo no los detendrá, cierro los ojos, respiro y confío.